Roberto Brieba Milnes
Profesor ANEPE
La toma del poder en Afganistán por el Talibán puede ser analizada en varios contextos distintos, de los que se pueden extraer interesantes lecciones, tanto por parte de las grandes potencias, así como por potencias medias y países con poco poder. En cada contexto, las lecciones serán diferentes, con diferentes focos y distintos alcances.
Algunos de estos contextos de análisis pueden ser: en el nivel de las ciencias militares, como parte de los estudios estratégicos; en la disciplina de las Relaciones Internacionales, en el marco más amplio de la Ciencia Política y en la utilidad de las intervenciones humanitarias.
En el nivel acotado de las ciencias militares, esta toma de poder refuerza la idea que la guerra no se gana por el hecho de contar con más medios. La guerra es un asunto complejo que no se resuelve solo con más y mejor material, sino con una estrategia coherente que combine medios, fines, modos y voluntad. Ya en los años 70 el Crl. Harry Summers comentaba, al inicio de su libro “On Strategy, the Vietnam War in Context”, de una conversación que sostuvo, siendo negociador del tratado de paz, con su contraparte el Crl. Tu, del ejército de Vietnam del Norte, haciendo notar que Vietnam no le había ganado ninguna batalla a Estados Unidos, y la respuesta del norvietnamita fue “puede ser, pero es irrelevante”, dando a entender que la victoria en la guerra no es una acumulación de victorias tácticas sino la obtención de la victoria estratégica. Sobre el terreno, los talibanes (y antes que ellos los vietnamitas) ganaron la guerra porque tuvieron la voluntad de ganar, sin importar los sacrificios que los combatientes o la sociedad tuviesen que hacer, contra ejércitos más profesionales, pero en los que no existió la voluntad política, ni social, ni militar, de hacer los sacrificios necesarios porque la guerra no era vital ni resultaba fundamental para los intereses de la nación.
En cuanto a los estudios estratégicos, podríamos comentar que los norteamericanos han abogado y difundido ideas que tienen el propósito de triunfar en un conflicto más allá del resultado militar. Es así como conceptos del tipo conciencia cultural (cultural awareness), o los nuevos tipos de conflictos, o el enfoque integrado (comprehensive approach), con un nuevo concepto de Relación Civil-Militar más integrado, son enseñados en instituciones norteamericanas o europeas, pero al tener que ejecutarlas en el marco de un conflicto no las aplican completamente, volviendo a la vieja idea de la atrición militar (propio de las guerras de 2a generación), en vez de contextualizar su accionar dentro del marco de las guerras de 4a generación (teoría nacida en las aulas de las Academias de Guerra norteamericanas), más propias de los conflictos actuales.
En las Relaciones Internacionales, no será ni la primera ni la última vez que una gran potencia pierda una guerra contra un enemigo de menor estatura estratégica. Mientras eran guerras en que se jugaba el interés nacional, con vocación imperialista declarada, la pérdida de un territorio podía ser compensada por una anexión posterior. Estas guerras declaradas con un fin humanitario requieren de un apoyo importante de la población local, ¿y qué apoyo se logrará si los próximos pueblos “ayudados” por estas grandes potencias no sienten seguridad en que se les protegerá y se alcanzarán cambios sustanciales que les permitan vivir en paz y tranquilidad cuando ellas retiren sus fuerzas militares? Este punto es más grave en el caso de la guerra en Afganistán que en Vietnam, ya que los afganos que cooperaron con Estados Unidos y sus aliados serán inevitablemente tachados de colaboracionistas ante una reconquista del poder. En el caso vietnamita al menos quedaba la opción de que hubiera algún tipo de respeto por quien se les enfrentó en el campo de batalla. En cuanto a las escuelas de pensamiento de las Relaciones Internacionales, demuestra una vez más la vigencia del realismo sobre el idealismo, dando a entender a las naciones menos poderosas que son solo peones desechables en el tablero mundial, incluso dependiendo en oportunidades de políticas de orden interno por sobre las grandes políticas internacionales declaradas por los países.
Respecto de la Ciencia Política, y solo enfocándose en el aspecto del poder, Estados Unidos y la OTAN han subdividido el concepto global de poder creando las categorías de: poder blando, poder duro, poder inteligente y poder afilado, lo cual tiene tremenda validez académica, pero en el mundo real son solo componentes del poder y deben ser entendidos como conceptos complementarios que confluyen permanentemente en el conflicto. Teorías como la Guerra Irrestricta y la Guerra Híbrida hacen referencia implícita a estos términos, al emplear herramientas no militares para alcanzar el objetivo del conflicto. ¿Y qué se puede decir del poder de una gran potencia que, aun manteniendo tropas en el terreno no es capaz de proteger sus intereses en la región? Si la toma del poder por los talibanes hubiese sido unos años (incluso meses) después de la retirada de las tropas, sería posible responsabilizar a las autoridades del país, pero manteniendo tropas en el país al que se “coopera”, es una demostración de la incapacidad, o falta de voluntad, para imponer su poder, lo que es el fin último de haberse presentado con fuerzas militares en dicho país.
Estados Unidos, a pesar de varias derrotas en los últimos años, había mantenido la condición de gran potencia, pero su retirada desde Afganistán le da una estocada, ya que, ni los países aliados de la OTAN, ni los ciudadanos de los países que puedan ser eventualmente apoyados por los Estados Unidos van a prestarse para cooperar con una potencia que los abandone a su suerte. El poder no se trata de tener más, mejor y más moderno, sino de ser capaz de influir sobre el otro, pero si el otro pierde toda confianza, la influencia que se pueda ejercer será siempre débil, inestable y sujeta a vaivenes.
El propósito de las intervenciones humanitarias ―en el caso de Afganistán, luego del primer envío de tropas que desalojó al Talibán del gobierno, fue definido así― es que las condiciones de vida de la población local se vean mejoradas por medio de acciones que le reporten seguridad, desarrollo y una estabilidad futura. ¿Y qué pasará en Afganistán luego de la retirada de las tropas extranjeras, y los organismos humanitarios internacionales y no gubernamentales? La presencia de ellas era garantía para parte de los afganos, así como de la Comunidad Internacional, de la existencia de un Estado de Derecho en el país. La retirada de EE.UU. y otras potencias, junto a la retirada de organismos internacionales y no gubernamentales, devuelve a Afganistán a su condición anterior, con un régimen integrista islámico controlado por el Talibán, de carácter nacional, que se enfrentará en un conflicto civil con otras visiones del Islam, tan integristas como el Talibán, como es el Estado Islámico, pero con una visión más amplia, al ser un movimiento internacional que busca establecer el Califato Mundial. Además, en un país cruzado por la rivalidad entre etnias, y dado el carácter étnico mayoritariamente pastún del Talibán, tendrá adversarios en las etnias tayiko, hazara y uzbeko. El conflicto civil que allí surja tendrá alianzas temporales entre algunos de estos grupos, pero se mantendrá en el tiempo mientras no se logre configurar una sociedad en que predomine lo afgano sobre lo religioso o étnico. En definitiva, los 20 años de intervención mundial en Afganistán, luego de la irrupción del Talibán a Kabul ha vuelto a poner a los afganos en la situación que se encontraban hacia el año 2001.
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